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Durante la Segunda Guerra Mundial los teóricos Claude Shannon y Warren Weaver desarrollaron un modelo de información basado en tres componentes: Emisor-Medio-Receptor. Con el fin de mejorar el sistema de comunicación en el que se aseguraban que las órdenes enviadas a los pilotos de los aviones aliados fueran claras. Manuel Cálvelo (2011), considerado como uno de los fundadores de la comunicación para el desarrollo, señaló que este modelo “es un modelo de dominante a dominado, del que da órdenes al que las obedece, del que tiene poder al que carece de él. Modelo apropiado a una de las estructuras más verticales y autoritarias que han creado las sociedades, los ejércitos”.
A partir de los años cincuenta este modelo fue adoptado por medios masivos de comunicación como: la prensa, la radio y la televisión, que durante años han actuado como medios de manipulación usando herramientas tecnológicas para persuadir y no educar a la población.
En este periodo se desarrollaron modelos de comunicación basados en dos teorías, la primera, denominada la teoría de la modernización en la cual el gobierno de los Estados Unidos luchó por expandir sus mercados durante la postguerra. La segunda, denominada teoría de la dependencia, surge a partir de la lucha social y política contra los poderes coloniales y dictatoriales impuestos sobre los países del tercer mundo. (Gumucio y Tufte, 2008).
Los modelos desarrollados a partir de la teoría de la modernización apoyan la expansión del mercado dando importancia al progreso económico y tecnológico, asimismo consideran que la asimilación de la información de las grandes masas marginadas se deben realizar mediante mecanismos de persuasión y estrategias de difusión de innovaciones tecnológicas.
La principal premisa que manejan estos modelos es que la información y el conocimiento per se generan desarrollo, mientras que la cultura y las tradiciones locales constituyen “barreras” para que los países del tercer mundo no puedan alcanzar niveles de desarrollo al igual que los países industrializados (Gumucio y Tufte, 2008). Es decir, que para lograr el nivel de un país desarrollado se hace necesario que los países pobres dejen de lado sus creencias culturales para poder alcanzar un grado de modernización.
Dichos modelos se caracterizan por ser verticales, creados desde las empresas privadas y compañías de marketing los cuales consideran que el “conocimiento” es un privilegio de los países desarrollados y que los países pobres no lo tienen, por eso consideran que la transferencia de conocimiento es vital para mejorar su calidad de vida.
Es a partir de allí en donde surge un paradigma dominante llamado “Mercadeo Social” en el cual los sectores privados e industriales intentan ser más sensibles a los problemas sociales. Por ejemplo, en el sector de la salud se implementaron campañas para promover la planificación familiar para combatir el VIH SIDA. Sin embargo, los resultados fueron un fracaso debido a que no sólo se debía a la promoción de los condones, si no que ignoraron las condiciones socioculturales de la población.
En lo que respecta a la teoría de la dependencia que surge a partir de la lucha social y política de África, Asia y Latino América por obtener su independencia de los países desarrollados, los cuales crearon modelos de cooperación y desarrollo internacional que no tenían como fin ayudar a los países del tercer mundo si no a mantener esa dependencia.
En esta lucha, por obtener la independencia, surgieron teóricos que aseguraron que la pobreza no es el resultado de un problema cultural sino de un sistema de explotación por parte de los países desarrollados frente a los países del tercer mundo, que como consecuencia de ello se evidenciaron, y aun hoy en día, se vislumbran grandes brechas económicas, políticas, sociales y culturales que explican el por qué estos países son pobres.
Es a partir de ahí en donde se empiezan a experimentar modelos de comunicación que parten de la importancia de generar un cambio social y sugieren acciones que surgen desde las comunidades y no solo para las comunidades. En donde la participación se convierte en un elemento clave e indispensable para poder crear modelos de comunicación: horizontales, participativos y alternativos.
Es así, que estos modelos de comunicación surgen a partir de la premisa de que las causas subyacentes del subdesarrollo son estructurales y están relacionadas con la tenencia de la tierra, la ausencia de las libertades civiles colectivas, la opresión de las culturas indígenas y la injusticia social, entre otros aspectos políticos y sociales (Gumucio y Tufte, 2008).
A mediados de los 70’s La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) impuso uno de los modelos mejor estructurados denominado comunicación para el desarrollo en el cual se desarrolla en contextos rurales y promueve la introducción de la tecnología como una herramienta que ayuda a las familias rurales a crear canales bidireccionales de comunicación que permitan el intercambio de información y conocimiento, en vez de que sea simplemente una transferencia de conocimiento unidireccional (Gumucio y Tufte, 2008).
Los primeros teóricos en proponer un paradigma diferente al de la comunicación que estuviese relacionado con la cultura y desarrollo, surgieron en América Latina. Uno de ellos fue el venezolano Antonio Pasquali, quien consideraba que el modelo Emisor-Medio-Receptor era un modelo dominante que buscaba perpetuar la hegemonía. Pasquali afirmó que en este modelo el Emisor es sordo, el Receptor es mudo, lo cual impide establecer un diálogo, la verdadera base de la comunicación (Gumucio y Tufte, 2008).
Otro de los grandes expertos en aportar a esta teoría fue el brasileño Paulo Freire, quien propone que para la teoría de la comunicación para el desarrollo es indispensable el diálogo, condición que implica el respeto, no se trata de una persona que actúa sobre otras, sino de personas que se relacionan horizontalmente entre sí (Gumucio y Tufte, 2008).
Mientras tanto los primeros proyectos de comunicación fueron desarrollados en el área de la agricultura y la sanidad, en donde continuaban obviando las circunstancias y necesidades de los beneficiaros de los proyectos, donde no tenían en cuenta su contexto cultural, social, político y económico. Ante estas circunstancias se empieza abrir un nuevo camino que permitió el re planteamiento de teorías, modelos y acciones en el que dejaban de lado a un receptor pasivo convirtiéndolo en un elemento activo y participativo que determinaría el proceso de comunicación.
Es así que, el teórico de la comunicación Manuel Cálvelo plantea un modelo de comunicación para el desarrollo, que consiste en Interlocutor-Medio-Interlocutor (IMI), que busca generar una comunicación eficiente para mejorar la condición de los sujetos, es decir, en “donde hay una comunicación sí, y solo sí los mensajes que intercambian los interlocutores son el producto de un trabajo conjunto coordinado por el comunicador para el desarrollo” (Calvelo, 2011, pág. 9).
Según Cálvelo el desarrollo se debe entender como un proceso endógeno, auto gestionado y sustentable, que tiende a incrementar la calidad de vida material, intelectual, cultural y afectiva de toda la humanidad y, en particular, de aquellos que hoy en día ni siquiera alcanzan los niveles básicos de supervivencia biológica debido al hambre, las enfermedades y los déficit de desnutrición y salud.
Posteriormente, el intelectual uruguayo Juan Díaz Bordenave, considerado como uno de los padres del pensamiento latinoamericano en comunicación definió la comunicación para el desarrollo como “aquella que facilita los procesos de diálogo a través de los cuales las personas definen quiénes son, qué desean, qué necesitan y cómo pueden actuar colectivamente para satisfacer sus necesidades y mejorar sus vidas. Apoya a los procesos de toma de decisiones y acción colectiva en las bases de la sociedad y construye ambientes de comunicación favorables al crecimiento del poder de la sociedad”.
A partir de estos aportes, las grandes agencias de cooperación para el desarrollo, como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) se han esforzado por implementar métodos de comunicación horizontal y multidireccional que utilizan una combinación de canales y resaltan la importancia del diálogo para facilitar confianza y entendimiento mutuo, amplificando la voz de las personas pobres y les permiten identificar formas de solventar problemas para mejorar su bienestar (Unesco, 2011).
¿Cuál es la importancia de la comunicación para el desarrollo en el proceso de consulta previa?
Si bien la consulta previa es un derecho fundamental que tienen los pueblos indígenas y los demás grupos étnicos cuando se toman medidas (legislativas y administrativas) o cuando se van a realizar proyectos, obras o actividades dentro de sus territorios, con el fin de proteger su integridad cultural, social y económica (Universidad del Rosario.)
En este sentido, el Estado está en la obligación de consultar a las comunidades indígenas, brindándoles espacios de diálogo en el cual se les permita una participación activa durante el desarrollo de este proceso, garantizándoles el acceso a la información, la cual debe ser clara, veraz y oportuna.
Pero, para poder crear esos espacios de diálogo se necesita crear un ambiente de confianza. Según el argentino Bernardo Kliksberg, considerado como el pionero de la ética para el desarrollo, la confianza, actúa como un “ahorrador de conflictos potenciales”, limitando el “pleitismo”. Es decir, que la existencia de altos niveles de asociatividad en una sociedad indica que ésta tiene capacidades para actuar en forma cooperativa, armando redes, concertaciones y sinergias de todo orden.
En ese orden de ideas es fundamental que en el proceso de la consulta previa, en donde los actores (población indígena, empresa privada creadora del proyecto y el Estado) que manejan una relación directa, exista una confianza mutua ya que permite la credibilidad en el proceso, es por esta razón que el proceso debe ser claro y honesto, haciendo énfasis en que todos los actores y más la población indígena parten del principio de la buena fe.
Es así que con la realización de las consultas, como lo afirma Gloria Amparo Rodríguez, Directora línea de investigación en derecho ambiental y grupos ‘étnicos de facultad de jurisprudencia de Universidad del Rosario “el Estado establece una relación de respeto y cumple con su obligación de garantizar la integridad étnica y cultural de los grupos étnicos existentes en el país y, además el de promover y permitir la participación en los asuntos de su interés”.
No cabe duda, que para dar inicio a cualquier proceso de consulta previa, la comunicación para el desarrollo se convierte en un elemento fundamental e indispensable durante todo el proceso, de inicio a fin. Ya que para garantizar una participación activa de los pueblos indígenas, ellos deben tener claridad en la información, es decir, deben entender el significado, el alcance y el procedimiento que se va a llevar a cabo, para que así ellos puedan manifestar su posición frente al proyecto si están a favor o en contra de la ejecución del mismo.
Para lograr lo anterior, es claro que se deben crear estrategias de comunicación para el desarrollo, que tienen como objetivo construir en el público objetivo las competencias[1] necesarias para intervenir en forma eficaz y eficiente (para su propio bien) en un proceso de gestión del desarrollo. Esto implica una cuidadosa elección de mensajes y medios, así como los procesos a seguir (Solano, Unesco, pág. 51). Cabe anotar que en la elaboración de estas estrategias de comunicación se deben tener en cuenta el territorio, la cosmovisión y lo más importante el lenguaje que maneja la comunidad indígena, para así suministrar información veraz ya que esto permite que ellos puedan defender los intereses organizativos, culturales y económicos.
[1] Competencia para intervenir en gestión del desarrollo no significa tener sólo conocimientos técnicos, sino también capacidades de diálogo y propuestas, por ejemplo, para poder arribar a soluciones ( Solano, pag 21).
En los últimos años muchas organizaciones indígenas y campesinas se han apropiado del enfoque y métodos de comunicación para el desarrollo. Mario Acunzo, miembro de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), comenta que varias de ellas ya han madurado reflexiones en cuanto al papel de la comunicación para el desarrollo indígena.
“El modelo de comunicación Interlocutor-Medio-Interlocutor (IMI), prevé la formulación de los mensajes con la participación de los interlocutores en función de las necesidades de aprendizaje de las comunidades indígenas…De esta manera (la comunicación para el desarrollo…) se pone claramente al servicio de las organizaciones indígenas para brindar servicios interculturales de comunicación y capacitación a las comunidades sobre temas de desarrollo prioritarios fortaleciendo así el vínculo entre las organizaciones y sus afiliados”[1] (FAO, 2003)
[1] Cita de: Yasarekomo-Despertar . Una experiencia de Comunicación Indígena en Bolivia. FAO. Documento elaborado por comunicadores guaraníes de Bolivia. En vía de publicación (FAO,2003).
Así, se muestra entonces que la comunicación para el desarrollo es una herramienta indispensable en el proceso de consulta previa, en cuento constituye i) el medio que permite a los pueblos indígenas conservar su diversidad cultural y ii) evitar que sean absorbidos por la globalización pues ello significaría una relevante afectación para la humanidad en su conjunto, ya que se perderían lenguas, prácticas sociales y culturales, convirtiendo a estas poblaciones en algo homogéneo.
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